viernes, 4 de octubre de 2013

LA TRADICIÓN DEL MANTÓN EN CARRIÓN


Que mejor manera para que entendáis mi trabajo que presentaros mi pueblo CARRIÓN DE LOS CÉSPEDES.


En la parte occidental del Aljarafe, donde la comarca se funde con el Condado de Huelva y con el Campo de Tejada, descansa Carrión. Quienquiera que pase por la Autopista del V Centenario podrá apreciar claramente, mirando al valle del Alcarayón, del que recibió el nombre árabe, el caserío blanco de Carrión.
 
Los primeros mantones fueron importados desde China a través de Manila, de ahí su nombre; pero muy pronto fueron apreciados por el refinado gusto de la nobleza y se inició su fabricación en Sevilla a partir del siglo XIX. Su uso llegó a ser muy popular, las mujeres por entonces se lo ponían como prenda de abrigo. El paso de los tiempos y los cambios en los modos de vestir relegó su uso como prenda de adorno de los trajes regionales, tanto de Andalucía, como en Aragón o en Valencia, o a su utilización como colgaduras para adornar los balcones durante las épocas de fiestas tradicionales. Pasó pues a convertirse en una pieza de artesanía muy apreciada en el mercado nacional, por lo complicado de su ejecución y su vistosidad.

En los años veinte, algunos industriales de Sevilla deciden sustituir las importaciones, fabricando in situ los mantones, lo que hace que sea necesaria la búsqueda de mano de obra femenina de muchos pueblos sevillanos, principalmente del cercano Aljarafe.
Los primeros “talleres” surgieron en los años treinta, en domicilios de mujeres pertenecientes a la pequeña burguesía agraria, quienes conocían las técnicas del “bordado en blanco” con que se adornaban las prendas de los ajuares femeninos y quienes abandonarían dicha actividad para dedicarse a la confección de mantones (muchas de las bordadoras actuales comentan que ya se bordaba a finales del siglo XIX). En los talleres, las “maestras” reunían a un cierto número de bordadoras a sueldo, y de jovencísimas aprendices, que ensayaban sus primeras puntadas en los mantoncitos pequeños “de tambor”. En estos talleres sólo trabajaban niñas y jóvenes solteras, ya que el matrimonio suponía otras responsabilidades y, de seguir bordando, la bordadora casada lo hacía en su propio hogar.

La fabricación de los mantones vivió su época de esplendor en los años sesenta, momento en el que empezó a decaer en muchos de estos pueblos. Diversas  razones explican este proceso: de un lado, los cambios que se producen en la estructura económica del país, que hace imposible mantener actividades artesanales como las que nos ocupa, basadas en unos bajos salarios de las trabajadoras; de otro lado, la aparición  de nuevas ofertas de trabajo en el mercado laboral de muchos de esos pueblos, ofreció mejoras en las condiciones salariales para esta mujeres, que como consecuencia abandonaron paulatinamente su dedicación al bordado. En muchos pueblos ha desaparecido completamente, y sólo en Carrión de los Céspedes y en Villamanrique, constituye una actividad importante a finales del siglo XX.
En la década de los ochenta, los gustos de la moda impusieron un uso más cotidiano del mantón convirtiéndolo en un accesorio cada vez más frecuente en las celebraciones sociales, tales como bodas, bautizos, o cualquier tipo de acontecimiento que requiera la utilización de un traje de cierta etiqueta.

Actualmente, se está construyendo un museo del mantón que pondrá en valor la tradición local. También se enseña a varias jóvenes el arte del bordado, para que en nuestro pueblo no se pierda esta maravillosa costumbre que forma parte de nuestra cultura.
 
En Carrión se ha sabido elevar el Mantón a la categoría de arte, debido a su perfecto acabado, elaborándose obras únicas e irrepetibles, que extienden su merecida fama más allá de los límites de la provincia e incluso del país.
Bibliografía: Carrión de los Céspedes. Historia y presente de un pueblo entre el Aljarafe y el Campo de Tejada. Muñoz Moya y Montraveta editores. Manuel García Fernández.
 

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